sábado, 2 de enero de 2010

Jugando con la naturaleza, y El fantasma de un árbol






domingo, 13 de diciembre de 2009

El hombre de los recuerdos

Tú, hombre de los recuerdos, ven aquí. ¿Te piensas que no noto tu presencia?¿Que no sé que me sigues en la distancia? Eres ridículo, y un cobarde que no se atreve a atacarme de frente. Ven aquí, delante mía, vente tan cerca que puedas sentir mi aliento caliente mientras te digo que no te tengo miedo.
¿Quién te piensas que eres? Ya no eres nada para mí. He saludado tímidamente a la muerte en varias ocasiones; he visto como el cáncer degradaba a gente muy cercana a mí; personas que creía que me querían me han repudiado por dinero y me han acusado de loco; he conocido gente cuyos padres han muerto asesinados en la guerra, o que han sido violados repetidamente por familiares, o que vivían sin hogar por causa de una cruel injusticia... Tú eres un pingajo, un simple grano en el culo, en comparación con todo eso.
Ya no eres nada para mí, eres menos que un fantasma, menos que un suspiro. Anda, y si no quieres seguir haciendo el ridículo, desaparece de una vez.

domingo, 29 de noviembre de 2009

Clair de Lune

Ha sido un fin de semana intenso, maratoniano y productivo.

Mi cuerpo está ahora tenso, y mi alma cansada y hambrienta.

Es fácil de solucionar: Una buena ducha caliente relajará mi cuerpo, y la audición, con los ojos cerrados, del Clair de Lune de Debussy reconfortará y alimentará a mi alma.

A mi alma le gusta rozar con sus dedos etéreos las delicadas notas de cristal del Clair de Lune. Quiero compartir con vosotros la sensación reparadora y balsámica de escucharlo.

miércoles, 25 de noviembre de 2009

La esfinge

...Y la esfinge de Giza cobró vida.
Se levantó, haciendo crujir sus milenarias articulaciones. Lanzó un rugido que hizo temblar a las pirámides y, de un zarpazo, le arrebató la vida a cientos de turistas.

Estaba terriblemente hambrienta, nerviosa y enfadada, después de haber soportado durante decenas de siglos el ser la gran prisionera de las arenas.

Avanzó sobre la ciudad de El Cairo, arrasando todo a su paso, cercenando incontables vidas aleatoriamente, descubriendo al padre de todos los horrores, mientras buscaba hasta en el más mínimo rincón a aquellos antiguos dioses que la habían condenado. Los muy cobardes huyeron hace ya tiempo, temiendo su despertar.

domingo, 22 de noviembre de 2009

Proyecto Los Argonautas: Una revista cultural y solidaria.


Llevaba desde hace algún tiempo madurando un proyecto, que finalmente he decidido iniciar coincidiendo con el Día Mundial de la Infancia, para que tuviera así un mayor significado.

Tal proyecto se basa en una revista literaria cuyos beneficios por venta irían a parar a una ONG.

Para ello, pido la colaboración desinteresada de todo aquel que tenga inquietudes y quiera participar en un bonito proyecto.
Ya que no puedo colgar en formato PDF la presentación del proyecto, me limito a copiarlo aquí:

¡Quedo pendiente de vuestras noticias!


-PROYECTO LOS ARGONAUTAS-


Somos gente privilegiada del mundo Occidental. Mientras que vivimos con todas las comodidades y facilidades del siglo XXI, otros lo hacen con las precariedades de un Neolítico empobrecido y amenazado. No quiero decir nada más, porque ¿Qué podría decir que no sepamos ya todos?

Todos deberíamos estar sometidos al pago de un impuesto moral por poder gozar de nuestros privilegios, y hacernos así un poco más merecedores de su uso. El voluntariado y la cooperación en proyectos solidarios, sería una muy buena moneda con la que pagar tal impuesto.

La donación de una pequeña porción de nuestro tiempo libre puede significar mucho.

¿Cuál es nuestro proyecto?

La recaudación de dinero por medio de la venta de la revista Los Argonautas; las ganancias serían donadas a una ONG.


¿Cómo sería la revista Los Argonautas?

Se trataría de una revista cultural, centrada principalmente en la literatura y la publicación de escritos literarios.

Cada número de la revista poseería un máximo de 12 – 14 hojas.
Se realizarían ediciones de 200 a 500 ejemplares. Cuando se agotara una edición, se realizaría una nueva.


¿Cuál serían los métodos de venta?
-Venta en la calle: Se configuraría un grupo de colaboradores que se dedicarían a la venta de los diferentes números en la calle.

-Venta vía internet: Por medio de un mensaje sms, se podrían descargar los diferentes números, en formato PDF.
¿Cuál sería su precio?
Se pagará la voluntad por la revista en papel, con un mínimo que rondará los 2 – 3 €.
El precio por descarga vía internet sería de 1,50 € aproximadamente, por cada número.

¿Cuál debe ser el perfil de los colaboradores vendedores?

No hay ningún perfil concreto; quienquiera, puede animarse a colaborar con nosotros. Aparte de ello, preferimos menores de edad, entre los 14 y 18 años, para que puedan utilizar esta experiencia como concienciación y labor de voluntariado.


¿Qué ganancias tendrían los colaboradores vendedores?
Entre el 20% y el 30% del total del dinero recaudado. A mayor venta, más ganancias.

¿Qué gente buscamos en estos momentos?

Para poder dar a luz el proyecto, buscamos voluntarios para:

-La publicación de sus escritos.
-La creación de un consejo editor: Gente que se dedicara a la selección de textos para su publicación.
-La creación y el mantenimiento de la web.
-La coordinación de la publicidad inicial y la difusión del proyecto, principalmente en otras páginas web.
-La creación del grupo de colaboradores vendedores.

Aparte de ello, aceptamos a cualquier persona con ilusión que quiera ayudarnos en lo que sea.

Para mayor información, podéis escribirnos a losargonautas.net@hotmail.com o llamarnos al 677 36 87 85.

martes, 17 de noviembre de 2009

Pequeño inciso que no viene mucho a cuento en este blog literario

(Está claro que, para tener una vida plena, ésta no debe dejar de sorprendernos.

Una persona requetecercana a mí ha rebuscado entre mis papeles, y me ha hurtado documentación personal y confidencial.

La ha utilizado en un juicio, para alegar que estoy desequilibrado. Evidentemente, todos los profesionales que me han tratado lo han desmentido por escrito, y mi honor está intacto.

Y todo, muy resumidamente, por dinero.

Afortunada o desgraciadamente, he nacido en una familia con un buen patrimonio económico. Pero el dinero es para el humano como la mierda es para las moscas. Y las moscas infectan. Y las moscas son cojoneras.

Es verdad que tuve una etapa de desequilibrio hará un año, motivado por una sucesión rapidísima de decepciones y pérdidas personales. Es verdad que tengo un pequeño problema mental (Es TOC, o más concretamente, la enfermedad que tan bien caricaturiza Jack Nicholson en Mejor Imposible, y que posee más del 2% de la población aunque muchos no lo sepan), pero ese bache personal está más que superado, y la enfermedad más que controlada.

Como dijo un escritor que no recuerdo en un libro suyo, doy las gracias a todo el mundo que me ha hecho daño y me ha defraudado, porque gracias a ellos soy lo que ahora soy. Y gracias a ellos y gracias a lo que soy en estos momentos, sé que voy a tener una vida tremendamente increíble.

No soy el mismo que era hace unos meses. Ahora soy indestructible. Ahora soy insumergible. Y si me llego a destruir me reconstruiré rápidamente, y si me llego a sumerger, sé bucear por un tiempo ilimitado.

Soy un Aquiles sin talones.
Soy un búnker con alma.
Soy un Titanic en un mar sin icebergs.
Soy un Terminator pacífico.

Gracias a los que me han dañado y me han defraudado, y gracias también a mi familia (salvo uno) y a mis amigos, que han estado a mi lado fielmente tanto en las duras como en las maduras, ¡Demostrándome lo que realmente significa amor y querer!
Entre mis amigos, gracias principalmente a Chus y a Mario, por haber estado a mi lado, muy cerca de mí. Y por haber tenido el valor de meter sus brazos en la mierda y haberme ayudado a salir de ella.

Y gracias también a mi abuela por todo lo que me enseñó sobre la vida. Fue una mujer sabia y tremendamente inteligente, tanto, que creo que llegó a profetizar situaciones que ella ni siquiera ha llegado a contemplar en vida.

Ahora, a ese ser, a esa mosca cojonera, tengo que denunciarle por calumnia y por hurto de datos confidenciales. Y eso se paga con moneda de trena. Pero me conozco, y seguramente me termine apiadando y se lo perdone todo. No valgo para hacer de malo, y esa es la mayor virtud que sobresale entre todos mis defectos.

En cualquier caso la vida es como una guerra, y yo, a partir de ahora, voy a ostentar el grado de general. Y no pienso ceder ni capitular ante nada ni nadie.

domingo, 15 de noviembre de 2009

El obús (Microrrelato)


Soy un obús.

Unas manos mugrientas y anónimas me metieron en un cañón.

Ahí dentro se respiraba todavía el calor producido por el anterior disparo, que había destruido un colegio.

De pronto sonó una detonación ensordecedora, el cañón me escupió con violencia, y alcancé una velocidad tan brutal que todo el paisaje a mi alrededor se difuminó y terminé finalmente perdiendo la conciencia. Todo esto no duró más de tres o cuatro segundos.

Cuando recuperé el sentido comprobé que me rodeaba la devastación.
Los rayos del sol que llegaban hasta mí lo hacían con un brillo mortecino, intoxicados por una nube de escoria.
Un cadáver yacía a mi lado.
Sus ojos abiertos parecían clavarse en mí.

Aunque la muerte seguramente le habría pillado por sorpresa, las facciones de la víctima parecían dibujarme una expresión de reproche.

En cierta manera, la muerte de aquel hombre y la destrucción de aquella casa había sido culpa mía.

El suelo empezó a temblar. Era el desfile, que volvía a repetirse, recorriendo una nueva ciudad arrasada.
Los tanques pasaron machacando los huesos de los vencidos, y los soldados exhibieron sus uniformes cortados con el patrón de la ira y el odio.

Un misil apareció sobrevolando el cielo.
Impactó contra el sol, hiriéndolo de muerte.
Se tiñó de rojo y empezó a llover gruesas lágrimas de sangre. Un gran pedazo del astro rey terminó desgajándose, y cayendo sobre el océano, haciéndolo entrar en ebullición.

Cundió la anarquía entre las formaciones de soldados que desfilaban.
Vestidos de negro, como si fueran hormigas, se esparcieron desordenadamente por las calles, adentrándose aleatoriamente en los edificios que todavía se mantenían en pie.
Se oyeron gritos,
y frases desgarradoras,
y súplicas,
y expresiones de impotencia,
y muchos últimos suspiros,
y llantos de niños pequeños que ni en pesadillas habían vivido tanto terror, que no comprendían lo que pasaba, que llamaban a sus padres sin obtener respuesta, que sufrían sobre sus carnes la furia llameante del enemigo.

Ya avanzada la noche se hizo el silencio.

La ciudad,
moribunda,
respiraba con dificultad.

Ni una luz rompía la viscosa oscuridad que lo cubría todo.

La Luna, muerta del miedo, no se atrevía a salir del todo, y se asomaba por el horizonte, tan solo para observar y horrorizarse.

Los ojos del cadáver, turbios, acuosos, parecían todavía mostrar algo de vida. A lo largo de la noche su expresión de reproche fue perdiendo intensidad, hasta que me perdonó del todo.
Tras ello, convivimos juntos muchos días, muchas semanas.

La reconstrucción de la ciudad se llevó a cabo con mucha paciencia y mucha resignación. A mí terminaron reciclándome, fundiéndome, convirtiéndome en una hermosa jardinera.
Era ahora un cañón que lanzaba salvas por la paz con aroma a jazmín.

(Buscando de nuevo la inspiración en la música, he probado con la misma canción que me ayudó a escribir el relato perdido de Nero, y he escrito esta pequeña ensoñación. La canción es Music for a nurse, de Oceansice. Puedes escucharla en http://www.youtube.com/watch?v=KGjTKwAmpEU)

viernes, 13 de noviembre de 2009

De cero

Soy el hombre del martillo, más fuerte y más poderoso que nunca. Por fin he tenido el suficiente coraje y la suficiente fuerza como para romper de un martillazo la cadena que me ataba a un ciclo de mi vida que ya parecía eternizarse.
He dejado de ser el esclavo de muchas cosas dispares.
He rebuscado en mi pasado, llenando de escoria muchas bolsas de basura, pero también rescatando recuerdos que llevaré siempre conmigo.
Tiro la cadena al fuego de la fragua, en donde se funde, en donde se convierte en algo impreciso, perdiendo todos sus atributos y todo lo que simbolizaba.
Nunca volverá a atarme una cadena. Soy libre, para siempre. Y tengo fuerzas suficientes con las que defender mi libertad.
Soy feliz, y empiezo de cero.

lunes, 9 de noviembre de 2009

Decálogo esencial a seguir para convertirse en un loado escritor de relatos deprimentes

-1 Tenga siempre a los poetas desarraigados como autores sagrados y el acto pecaminoso de Larra como heroico. Estos dos aspectos no le proporcionarán enseñanzas prácticas, pero es un buen comienzo para empezar a afirmar las bases de su transformación.

-2 Enamórese cuanto antes si es que no lo está ya. Enamórese profundamente con la convicción de que esa persona es el amor de su vida, y de que sin ella usted no podría vivir. Pero resulta esencial que tal amor sea imposible de alcanzar... Una vez conseguido esto, intente que el insano sentimiento, día tras día, sea cada vez más profundo en vez de disminuir, y consiga también que la persona amada le tome una gran repulsión. Cuanto más veces la vea y más tiempo pase pensando en ella, mejor.

-3 Haga todo lo que sea necesario para que nazca en usted una infinita sensación de soledad. Cuelgue el teléfono a sus familiares y nunca les visite, hasta que se olviden de usted. No tenga ningún amigo en el cual apoyarse o, en todo caso, que sean sólo unos pocos y que los vea el menor tiempo posible. Mate a su perro. Sea descortés con las visitas. Descuídese, buscando un aspecto de dejadez: No se afeite en varios días ni se peine nunca más. Salga poco de casa.

-4 No escuche el trinar de los pájaros al amanecer. Si lo hace, que al menos la ave esté encerrada en una jaula, o en su defecto que sea el graznido de los cuervos.

-5 Invoque a Dios dos o tres veces al día, sabiendo de antemano que no servirá de nada.

-6 Lleve una vida nocturna. Acuéstese a mediodía y despiértese a la noche. Que la cena sea su desayuno, y viceversa. Convierta el lado oscuro de la luna en su nueva musa. La oscuridad suele afectar muy significativamente al estado de animo.

-7 Adéntrese en la desesperación artística y en la obsesiónese con la idea de que no está haciendo nada de provecho. Piense siempre que sus escritos son horribles e infumables. Tal cosa le desmoralizará en grado sumo y le obligará a escribir forzosamente textos cada vez más deprimentes.

-8 Esfuércese para que sus sonrisas siempre vengan acompañadas de lágrimas.

-9 Muéstrese y compórtese lo más excéntricamente posible para que la gente se ría de usted.

-10 Beba de vez en cuando: Que beber para usted, si sigue estas normas, no es del todo malo. Pero hágalo sobre todo cuando su nivel de frustración sea medianamente aceptable, puesto que tal frustración, y el alcohol expedido por la bebida consumida, crearán en su cerebro una amalgama grisácea y amarga de tintes artísticos, muy apta para ser plasmada en el papel.

viernes, 30 de octubre de 2009

Escrito un tanto irreverente garabateado en una servilleta de papel, en una cafetería cualquiera

Por primera vez en su vida, Vallejo se miró al espejo,
y esto es lo que ocurrió:
El reflejo del espejo conoció a Vallejo,
y a Vallejo le sobresaltó el reflejo.
Porque lo que Vallejo vio en el espejo,
fue el reflejo de un viejo pellejo.

martes, 27 de octubre de 2009

Fugacidad (Microrrelato)

Era inmensamente pequeño. Se había tumbado en la toalla para tomar el sol pero, al despabilarse de una breve cabezada, comprobó que de forma misteriosa se había vuelto realmente diminuto. Tanto, que a su lado los granos de arena parecían inamovibles rocas, y la más leve de las brisas le arrancaba del suelo como si se tratara del más cruento de los huracanes.
Ser personita tan pequeña no era nada fácil. Mucho desierto, poco alimento; continuamente tenía que lidiar con hormigas y avispas. Para defenderse utilizaba una astilla como lanza, y logró hacerse un camastro con una de las muchas colillas que salpicaban la playa, durmiendo todas las noches ahí, a la intemperie.

De vez en cuando el mar depositaba sobre la arena negros pegotes de alquitrán: Para nosotros son solo una molestia en el pie si los pisamos, pero para él eran trampas letales. En cierta ocasión se quedó pegado en uno de ellos y por poco no consiguió salvarse.

Una mañana, al despertarse, comprobó que un arquitecto anónimo había levantado a su lado un inmenso castillo. Pronto se hizo dueño de él, se coronó rey del lado oriental de la playa y sometió a todos sus habitantes. Las hormigas y las avispas dejaron de ser un problema y pasaron a conformar un poderoso ejército (tropas terrestres y fuerzas aéreas), con el que guerreó incansablemente, buscando expandir las fronteras de su reino.
Solo las Tribus de los Escarabajos, vecinas inmediatas de sus territorios, opusieron cierta resistencia a su avance; mas terminaron siendo sometidas después varias campañas que demostraron el genio militar del monarca y que sembraron las arenas de innumerables cadáveres.

Tras ello el avance fue rápido e imparable. En muy poco tiempo logró conquistar la totalidad de la playa, que quedó arrasada debido a su falta de clemencia. Comunidades enteras fueron masacradas o reducidas a la esclavitud. Las lombrices fueron desterradas a territorios secos en donde sucumbieron muy pronto. Al regresar victorioso a su castillo adquirió el título de Rey de las Cuatro Partes del Universo, se hizo proclamar Dios encarnado, y empezó a concebir la construcción de un grandioso palacio digno de su persona.

Pero ya hace tiempo de todo esto.
Las olas lamieron el castillo hasta deshacerlo por completo; las obras del palacio nunca llegaron a comenzar; se dice que el monarca murió a manos de sus propias tropas.
El palo de un helado, que anteriormente se irguió cual inmenso monolito, recuerda los principales hitos de su reinado. Ahora se encuentra semienterrado, pero tampoco tardará mucho en desaparecer. Quizá en la próxima marea.

domingo, 25 de octubre de 2009

Pequeño paréntesis

(Siempre he tenido mucho miedo a la hora de enviar escritos a concursos literarios o a revistas. Ahora he dado un paso adelante y, después de cientos de revisiones, acabo de mandar a trece revistas una pequeña armada de relatos, cuyo buque insignia he intentado que lo sea una versión mejorada del cuento Frías Navidades, expuesto más abajo. A ver si con mucha suerte alguno consigue su objetivo, y consigo clavar una pica más en el mundo de la literatura. Deseadme suerte.)

viernes, 23 de octubre de 2009

Frías Navidades (Microrrelato)

(He mandado a un concurso literario una nueva versión de este relato. Como debe ser inédito, y para evitar confusiones con el que publiqué aquí, lo elimino. A ver si tengo suerte. Toco mucha mucha madera...)

jueves, 22 de octubre de 2009

Sed (Microrrelato)

La momia llega tambaleándose. Se agacha, crujen sus doloridas articulaciones, que se doblan mohosas, hunde el rostro embalsamado en las cremosas aguas del Nilo, y se pone a beber de ellas con la furia de la bestia que lleva dentro. Lentamente va recuperando tanto su antigua forma primigenia como su poder tiránico, aquel mismo con el que cierta vez mantuvo a todo un pueblo bajo la sombra teocrática de su égida, y con el que ahora intentará someter al mundo entero.

Al fin y al cabo todos estamos hechos de lo mismo: Un noventa por ciento de agua y una décima parte de arenas del desierto, productos fácilmente obtenibles y recuperables.

martes, 20 de octubre de 2009

Mariposas (Microrrelato)

Un cuerpecito mísero cuyos huesos se rompían solo con rozarlo, iba envuelto en vendas para que las corrientes no le erosionasen, la luz del sol podría hacer hervir la sangre dentro de sus venas, sólo permitía que le hablasen en susurros, lejos de él, no fuera que el estridente chirrido de la voz humana (él lo definía como chirrido), le reventase el alma.
Se dedicaba a leer, desde la ventana, la historia que narraban las hojas de los árboles; una y otra vez, siempre la misma, se la sabía ya de memoria, pero no dejaba de descubrir pequeños detalles en cada lectura que la hacían cada vez más emocionante. Eso le convertía en un sabio aún sin haber ido siquiera a la escuela. Igualmente se puede ser cosmopolita sin haber viajado nunca.
Consumía así su vida, sentado frente a los grandes ventanales, en un gran butacón de terciopelo ajado y arropado por mantas de lana y penumbra. Dormía por la mañana y se levantaba a la tarde. La noche entera la dedicaba a recordar todas aquellas historias que nunca le contaron.
Un día se levantó con el vientre hinchado, con las extremidades rígidas, y con unas ojeras que contrastaban duramente con la palidez de su piel. Tenía una fiebre altísima. El doctor le auscultó; le auscultó por hacer algo, puesto que no sabía muy bien qué hacer. Se encontraba muy mal. No hizo falta que lo dijese para que la gente lo supiera. En realidad, nunca había hablado. Seguramente ni supiese hablar, pero aquello en realidad no lo sabía nadie. Finalmente hizo un ademán con la cabeza, suplicando que todo el mundo saliese de la habitación y le dejasen solo. La gente lloraba con mucho cuidado de que las lágrimas no se derramasen sobre el suelo, por si el sonido del impacto reventaba sus tímpanos.
Hacia la medianoche, el vientre del niño, convertido en un gran capullo de seda, se rasgó. Y todo se llenó de coloridas y frágiles mariposas.

lunes, 19 de octubre de 2009

El león Nero

Al norte de Londres se encuentra el solemne cementerio de Highgate. Éste empezó a construirse en 1839, convirtiéndose en una joya de la arquitectura funeraria victoriana. Con el paso del tiempo ha sido invadido por la vegetación, y actualmente es casi más un parque que un lugar de reposo. En él nos encontramos con las tumbas de insignes personajes como Karl Marx o Charles Dickens.
Entre otras muchas, destaca la tumba de George Wombwell, hombre de circo que poseía una colección de animales exóticos con la que recorría Inglaterra, siendo incluso recibido en numerosas ocasiones por la reina Victoria.
Sobre ella descansa, con rostro apesadumbrado, una reproducción pétrea de su león Nero, guardián fiel de sus restos para toda la eternidad. Desde la primera vez que la contemplé me sobrecogió profundamente. Si en vez de una tumba fuera una mujer, quizá me enamoraría de ella.

En su momento, hace ya algunos años, escribí un relato sobre el león Nero. A día de hoy sigo creyendo que ha sido lo mejor que he escrito, pero misteriosamente lo perdí entre el caos de papeles que es mi mesa (Quizá se lo haya tragado algún agujero negro escondido por aquí...) Todavía hay por todas partes restos de caspa, tal fue el ataque que me dio al no encontrarlo.

Sigo emocionándome cada vez que veo alguna fotografía de la tumba. La próxima vez que vaya a Londres tendré que pasarme por el cementerio de Highgate, y acariciar el lomo frío y gris de Nero para darle algo de calor y consuelo.

domingo, 18 de octubre de 2009

Las palabras precisas (Microrrelato)

Julián Álvarez estuvo años enteros buscando las palabras precisas para confeccionar el relato hiperbreve perfecto, de tan solo una línea, pero sin querer lo que terminó dando a luz fue su famosísima novela.
En poco tiempo se transformó en un fenómeno mundial: fue traducida a más idiomas que la Biblia y se vendieron centenares de millones de ejemplares, a la par que estallaba en el mundo del cine una violenta guerra por ver quien lograba llevarla a la gran pantalla.
Los trabajadores que se levantaban temprano conseguían olvidar las penurias de la hora punta desayunando ávidamente sus hojas, los desdichados dejaban a un lado sus lamentaciones cuando se adentraban en su increíble trama, los niños se encerraban en sus habitaciones y leían hasta caer extenuados. Las ciudades se tornaron silenciosas, seguras y tranquilas, porque todo el mundo se encontraba sumergido entre las líneas de tal historia prodigiosa, que a día de hoy sigue siendo leída y releída una y otra vez. ¡Es un milagro!

Julián Álvarez desistió en su tarea de encontrar las palabras precisas para su relato de una sola línea, y se conformó con haberse convertido en un autor de culto que había logrado tirar un salvavidas a la humanidad. Y, relajándose un poco, empezó a preocuparse en cosas más materiales, como amueblar su pisazo del barrio de Salamanca, la mansión neogótica de Inglaterra y el loft de Nueva York, con vistas a Central Park y a no se qué sitios más. En un cajón olvidado de su escritorio descansan unos legajos amarillentos de papeles, llenos de palabras que fue apuntando durante años: Gato, cremallera, helado, sábana, muérdago, jengibre, pegatina, espejo; palabras que, por un inexplicable azar, por la mayor de las jugarretas que ha hecho la ley de la probabilidad, habían conformado la novela.

Y al igual que Julio César, antes de marchar sobre Roma, lloró al recordar las gestas de Alejandro Magno, los escritores del mundo entero se lamentaron y se siguen lamentando al convencerse de que la novela de Julián Álvarez es insuperable, la obra maestra de la literatura. Y por ello se sienten terriblemente insignificantes, les invade una atroz frustración, lo que les lleva a que uno a uno vayan dejando el camino de la literatura e, incluso, su propia vida.

sábado, 17 de octubre de 2009

El ciclo del Hombre (Microrrelato)

El fuego de las fraguas se reflejaba en la broncínea piel de los herreros.

A cada golpe en el yunque sus monstruosos cuerpos vibraban; vibraba incluso la tierra que pisaban, y toda la tierra que pisaba otra mucha gente que nada tenía que ver con el Hierro, rey violento de la Humanidad.
Todo el mundo se encerraba en sus casas cuando el sol se ocultaba tras los montes, momento en el que aquellos cuerpos sudorosos y gigantes salían de las herrerías, pasándose la noche entera merodeando por las calles y observándolo todo con una expresión furiosa y unos ojos encendidos como brasas candentes. ¡Ay del insensato que no estuviera a resguardo de los herreros una vez que la luna ya hubiera emergido! Porque estaba condenado a morir en el fuego de las fraguas.

Un día el Hierro fue derrocado, y los herreros tuvieron que exiliarse. Las chimeneas de las herrerías dejaron de llenar el cielo de enfermedades; las calles volvieron a llenarse de gente a la noche, y los niños empezaron a jugar alrededor de unas fraguas ya frías y abandonadas.
La tortura se tornó sonrisas, y la miseria, felicidad.

Comenzó así otra vez la Edad de Oro. De nuevo arrancaba ese ciclo vital condenado a repetirse eternamente.

La Edad de Hierro y los herreros terminarían volviendo tarde o temprano.

viernes, 16 de octubre de 2009

Eclipse

Hará cosa de tres años me dió por la fotografía. Me compré una de esas supercámaras con las que los ingleses y los japoneses roban el alma a los rincones de mi querido Madrid.

Aquella obsesión me duró poco. No logré ni mucho menos amortizar el valor de la cámara, pero al menos logré realizar algunas instantáneas curiosas. (¿Es correcto llamar instantáneas a las fotografías digitales?). Entre ellas, se cuentan tres que titulo "Eclipse", y que me permito colgar en este post. Espero que sean de tu agrado.

(Puedes hacerlas más grande si pulsas sobre ellas.)

jueves, 15 de octubre de 2009

Las reliquias (Microrrelato)

El maestro pidió a su discípulo que buscase dentro del gran cofre una aguja con la que poder coser un remiendo a su corazón.
Entonces el discípulo fue al gran cofre, lo abrió, se puso a rebuscar, y sacó una lágrima de payaso, un pétalo marchito de rosa, un miedo de niño, un compendio de mentiras, un espejo roto, una foto quemada, un copo de nieve, una insinuación de mujer, una pluma de ángel caído, un ojo de cíclope, una carta cerrada, una epopeya inacabada, un hueso de santo, un rayo de luna, una confesión terrible, un pajarillo muerto, un suspiro de gigante, un mechón del pelo de Dios, una campanilla afónica, una expresión sin rostro, un pañuelo húmedo, una ampolla de veneno, un cetro de faraón, unas gafas mal graduadas, una inspiración divina, una oración pagana, un cristal opaco, una pesadilla bañada en sudor, un ulular de búho, una uña de gato, una maqueta del cielo, un muñeco manco, una peluca desaliñada, una melodía para sordos...
Y justo cuando desistió de buscar se pinchó con la aguja sin darse cuenta, y se fue desinflando poco a poco, derramando por un microscópico agujerito su alma, hasta que, mucho tiempo después y estando ya en los huesos, la tenue, cálida, suave y acogedora luz de las lámparas del monasterio fueron desecando su cuerpecito de desalmizado hasta convertirlo en una momia en vida.
El maestro terminó por coserse la herida con la espina de una sirena; pero no tardaría en sufrir fuertes fiebres y en morir a causa de la infección.

Su corazón fue embalsamado y guardado dentro del gran cofre, junto al resto de las reliquias olvidadas.

miércoles, 14 de octubre de 2009

Mancha roja sobre fondo gris (Microrrelato)

Un asesinato en el aparcamiento del museo de arte contemporáneo.
El cuerpo yacía retorcido, cual títere arrojado con rabia.
La sangre se deslizó pegajosa por el suelo de cemento, formando un halo de violencia alrededor del cuerpo.

Mancha roja sobre fondo gris. Autor: Anónimo (por el momento).
La exposición duró hasta que el juez ordenó el levantamiento del cadáver.
Los visitantes contemplaron la obra con arcadas de asombro y satisfacción.
Fue todo un éxito de público.

lunes, 12 de octubre de 2009

Envidia insana

El rey ha descendido de su coche embutido en su impoluto uniforme militar; rápidamente le han rodeado, solícitos, innumrables lacayos sonriendo y diciéndole cosas que, seguramente, debían ser tremendamente bonitas a sus oídos. Cuando ha terminado el acto ha vuelto a su impresionante automóvil y, rodeado de su guardia real a caballo, se ha dirigido al palacio real para la recepción...
La verdad, contemplar todo eso me ha llevado a sentir una envidia insana hacia él. ¡No me lo reprochéis! Soy símplemente un humano, y como tal, tengo mis pequeños defectos.
Rápidamente he meditado: Yo soy español, como el rey. ¿Y por qué no tengo también un Rolls Royce de los años cincuenta?¿Por qué no me rodean hombres a caballo, tocando tambores y cornetas, cuando voy por la Castellana? Y quiero una casa como la suya, o al menos una que me cueste más de cuatro millones de euros, como la de su hijo. Y, claro está, no hay que olvidar el palacio en Mallorca (aunque en cualquiera de las otras islas me valdría). Quiero también un barco de regatas, una tripulación para el barco de regatas, y todas las cosas ricas que seguro que come. Quiero, además, que mi hijo tenga el futuro resuelto nada más nacer y que mi hija termine siendo la directora de una importante Fundación.

Quiero ser un anacronismo acomodado que se nutre y aprovecha del futuro de millones de españoles. El saberlo debe provocar un reconfortante cosquilleo en el estómago.

Cuando vaya a la feria del libro, quiero que todo el mundo se aparte a mi paso y deje las casetas vacías para mí y solo para mí. Cuando se case mi hijo (Ese que ya tiene el futuro resuelto nada más nacer), quiero que lo haga en la Almudena, arropado por cientos de dignatarios, y que corten la Gran Vía para que pueda pasar sin contratiempos el cortejo nupcial. Por supuesto, la boda deberá ser retransmitida por la Uno.

Quiero que mi rostro apareza en las monedas de uno y dos euros; que tenga a mi disposición un avión enorme para cuando tenga que viajar; que pueda organizar caras recepciones para tratar temas banales, y que pueda utilizar para ello cualquiera de los muchos palacios patrimonio de todo el mundo. Ya sabéis, esos a los que cualquier siervo debe pagar si desea entrar.
Aunque... En el fondo, si lo pienso bien, no me da tanta envidia. Sería tan cansado y tan molesto tener tantas cosas... Mejor que se quede él con ellas, que ya estará acostumbrado.
Yo ya soy inmensamente feliz rodeado de mi familia y amigos, con mis libros, con mi pisito de Vallecas, y con mis comeduras eternas de cabeza. No necesito nada más en mi vida.

sábado, 10 de octubre de 2009

Breve presentación

Creo que, antes de nada, debería presentarme:
Soy el hombre del martillo, y mi nombre es Fernando.
Vivo en Madrid, una ciudad caótica y agradable, de farolas feas y calles alegres.
Si me dejo barba, mi rostro se estira y parece más delgado.
Llevo unas gafas sucias en muchas ocasiones.
Me gusta la cerveza negra, mucho más si la tomo en Londres.
Soy un comprador compulsivo de libros, algo que no le gusta ni a mi bolsillo ni a mis estanterías llenas.
No tengo un escritor favorito, y nunca me lo he planteado. Hay tantos que tanto pueden aportar...
El mal tiempo afecta a mi ánimo, pero me gusta que la lluvia me empape.
Me da algo de miedo volar, aunque mi mente no para de hacerlo.
Me encanta el chocolate, casi tanto como los libros.
Tengo un escritorio que parece sufrir el síndrome de Diógenes.
Recuerdo muy mal las caras de la gente y los números de teléfono.
Cuando una canción es de mi gusto, la escucho una y otra vez.
Me da un poco de respeto dormir, porque pienso que estoy a merced de los sueños.
Utilizo el transporte público.
Me gusta casi toda la comida.
No tengo paciencia ni para los juegos de mesa ni para las cartas.
Antes, los libreros del Rastro me conocían, y me rebajaban los libros sin ni si quiera regatear. Así la compra perdía todo el encanto...
Tengo mi propio blog.
Cuando estoy paseando voy contemplando hasta los más mínimos detalles de la arquitectura de los edificios.
Soy autodidacta, picoteando un poco de todo.
Suelo escuchar más que hablar, porque me gusta aprender de la gente.
Las arañas me dan asco.
Tengo una primera edición de Galdós que tan solo me costó tres mil pesetas.
A veces, doy mucho dinero a la gente que pide por la calle. Cuando veo que se lo pueden merecer.
Se me dan muy mal las manualidades, y no tengo paciencia para aprender papiroflexia.
Tengo una letra horrible. En la universidad, nadie me pedía los apuntes.
Soy a veces de los que lloran cuando no ven el sol, de tal manera que las lágrimas me ocultan las innumerables estrellas.
Y bueno, creo que ya es suficiente.

El hombre del martillo

Yo tenía un pesado martillo de hierro, que era grande y poderoso a mis ojos. Me parecía sentir, cuando golpeaba con él sobre el yunque, que la tierra a mi alrededor vibraba repleta de vida. Pero llegó un momento en el que, hastiado de mi existencia, arrojé la herramienta lejos de mí, y emprendí un viaje. Un viaje a ningún sitio en concreto. A donde me llevaran mis pasos...

Crucé mares de lágrimas y volé impulsado por la alegría. Conocí gente interesante a la que le estreché la mano y que, después de varias palabras enriquecedoras, desaparecieron de mi vida. Anduve por bosques oscuros totalmente perdido, sin saber qué dirección tomar; a veces me equivocaba, y otras acertaba. Escalé montañas oníricas en las que casi perecí a causa de algunos pasos mal dados. Bebí agua de ríos envenenados, enfermando, y logrando la recuperación después de luchar bravamente contra mí mismo. Visité ciudades en ruinas por las que reinaba la anarquía y la locura. Sobre mí el cielo lució vestido con cientos de colores: Azules, amarillos, rosados, rojos sangre, acerados, negros.

Mi curiosidad, mi necesidad de cambio y mi afán por descubrir me llevaron a mil y un lugares terribles y maravillosos. Pero, pasados algunos años de tanto deambular, eché de menos mi antigua vida. Así que decidí regresar a casa.

Encontré mi martillo en el rincón que lo tiré. Encendí la fragua, cuyo corazón había dormido gélido durante mucho tiempo. Y, con fuerza, golpeé el yunque, para arrancarle la costra de polvo que le cubría.

Empecé a golpear con todas mis fuerzas. Había perdido práctica, y me costaba encadenar una a una las piezas que iba forjando. Todas las piezas debían ir muy bien unidas; una sola no significaba nada, y dos que estuvieran mal colocadas podrían interpretarse erróneamente.
Largas filas de piezas forjadas volvieron a ir saliendo fruto de mi trabajo, de mis manos.

Mi ánimo y mi confianza fueron creciendo. Recordé el gozo que sentía al saber que estaba creando, y me invadieron unas ganas terribles de crear, de cooperar en la construcción del mundo, y a la vez de hacer frente a aquellos que, con malas artes, lo iban sacrificando poco a poco.

Sobre moldes derramaba el metal fundido: El bronce del conocimiento y la plata de los sueños.
Quería recubrir el alma de la gente con armaduras de piezas de oro; armaduras que hablaran de tales almas, de quienes eran, qué pensaban y qué buscaban.

La fragua volvía a estar caliente, y de nuevo el suelo empezó a vibrar bajo mis pies a cada golpe de martillo. Las piezas iban cayendo del yunque, soldadas unas a otras, formando esos cuentos que tanto anhelaba contar.